The end

Y de repente se acaba.
Ya no sabes donde quedan los dias en que el corazón se disparaba sólo con escuchar su voz por el teléfono, cuando el roce de su pierna era suficiente para que se erizase todo el vello de tu cuerpo, cuando sus labios eran el mejor destino al que viajar a cada instante.
Ya no buscas sus brazos porque no te los tiende, y tu tampoco crees que debas apoyarte en ellos. Solo buscas una cosa: respuestas. La respuesta a un porqué, a un cómo o a un cuando. ¿Por qué así?¿cómo llegamos a esto?¿Cuando dejamos de sentir que no había nada más?
Pero no hay que buscar respuestas, hay que buscar salidas. Porque las respuestas a veces están escondidas tras preguntas mal formuladas, tras deseos aun no apagados. Y entonces esperamos, esperamos que un resorte que no vemos (pero ansiamos) salte de repente y todo cambie. Y cuando no cambia llega la desesperación, la angustia y el llanto. Llega la soledad, que en realidad solo estaba esperando (si, ella también espera) a que notásemos su presencia, a que sintiésemos su aliento detrás de nuestra nuca.
Duele. La soledad duele, es fria, te jode. Pero hay que pasar por ello. Amar no sería tan intenso si no tuviese un desenlace tan triste e inexplicable.